Ensayo publicado en Artishock.
Quien escribe tiene que reconocer dos cosas: está inspirado en el texto Salir del cine, de Roland Barthes, y regresa a casa cavilando sobre la experiencia fílmica que acaba de vivir: asistir dos días seguidos a Los hiperbóreos, de Cristóbal León y Joaquín Cociña.
Suelo ir al cine para ser cautivado y absorbido por la ilusión. Ir al cine, quienes todavía vamos, no ha perdido ese carácter ritual, mágico, de sentarse en una butaca en plena oscuridad para mirar esa aura de luz desplegarse sobre la pantalla. Ir al cine hoy es luchar contra la ansiedad de querer poner pausa, de atender el WhatsApp, de ir a prepararse algo de comer, de ver historias en Instagram, para entonces continuar viendo la película unos minutos, unas horas o unos días después. En el caso de mis estudiantes, ir al cine significa la imposibilidad de saltarse escenas o de no poder reproducir, como en Netflix, la película a una velocidad de 1.5x, función que ha hecho enojar a tantos cineastas y críticos… Leer ensayo completo en Artishock.