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El Museo Nacional del Perú (MUNA) se eleva en el paisaje de Lurín como una estructura monumental, destinada a custodiar el vasto patrimonio cultural y arqueológico del país. No obstante, esta monumentalidad, en lugar de consolidarse como archivo viviente de la historia nacional, se despliega en un espacio casi vacío, evidenciando tensiones estructurales e institucionales que exponen las complejidades de la política cultural peruana.
Desde su apertura en 2021, el MUNA enfrenta la paradoja de un “exceso espacial”: un edificio pensado para albergar un vasto patrimonio que, en realidad, carece de contenido permanente, presenta accesibilidad limitada y revela una institucionalidad fragmentada. Este vacío no es incidental; más bien, simboliza un dilema sobre cómo generar interpretaciones críticas que permitan ensamblar pasado y futuro y lidiar ante los retos de la institucionalidad pública y las fallas de una política estatal sostenida en el tiempo.
En su constitución, el archivo genera un problema de espacio. Quienes trabajamos con archivos lidiamos constantemente con los límites físicos y virtuales de almacenamiento, una realidad intensificada en la era digital, donde la “nube” parece prometer una expansión sin fin, ocultando la infraestructura material que la sostiene. En contraste, el MUNA, construido a un costo de ciento cincuenta millones de dólares, busca compensar la falta de espacios físicos para el patrimonio en Perú, pero en su estado actual se enfrenta a la paradoja de la vacuidad en una escala monumental….